Es
una pena que en pleno siglo XXI no contemos con figuras tan carismáticas como
lo fue en su época Lev Tolstói. Sin
duda, cualquier debate televisivo -tan de moda hoy día- luciría el doble si
contara con la presencia del escritor ruso. Tolstói, a costa de madurarlas
durante largos años, tenía las ideas muy claras en todo tipo de campos. Ya
fuese en literatura, música, pintura,
asuntos políticos, religiosos, científicos o filosóficos, el maduro autor
de Guerra y paz, esgrimía sus
opiniones con una claridad y una argumentación que para sí quisieran muchos de
los “gurús” actuales.
Una
gran cantidad de rusos sentían una enorme
fascinación por este venerable anciano que en los últimos veinte años de su
vida decidió volver a sus orígenes e instalarse apaciblemente en su finca rural
de Yásnaia Poliana (“Claro del
bosque” en ruso). Hasta allí se desplazaron entre 1890 y 1910 (año de su
muerte) innumerables periodistas rusos y extranjeros en busca de una crónica,
una breve entrevista o unos pocos minutos de charla con el escritor. Tan
valiosa resultaba la opinión de Tólstoi que era rara la semana que no recibiera
varias visitas de seguidores, admiradores en busca de consejo o simples
curiosos. Y, por supuesto, las transcripciones de estos encuentros eran
devoradas con avidez por los lectores de las publicaciones de la época.
Hace
pocos meses, la siempre interesante editorial Fórcola editó un volumen que recoge
estas conversaciones, publicadas originalmente en diversas revistas y
periódicos rusos, y que hasta ahora habían permanecido inéditas en español
u otro idioma distinto al ruso, bien enterradas en los archivos de la antigua
Unión Soviética. En esta cuidada edición del colombiano Jorge Bustamante, los textos salen a la luz acompañados por
numerosas fotografías tanto del protagonista como de su familia y sus
variopintos visitantes.
El conde Tólstoi leyendo su correspondencia (hacia 1910)
A
lo largo de sus páginas nos damos cuenta de la inagotable curiosidad de Tólstoi por las novedades, tanto
culturales como científicas, de sus respuestas amables a veces o vehementes y
apasionadas en otras ocasiones, pero siempre reflejando una firmeza a prueba de
modas y esa claridad de ideas suya tan característica.
“Yo reivindico tres exigencias en todo gran artista: la perfección técnica, el alcance del tema y la pasión por la trama. De ellas, es a la última a la que atribuyo mayor significado. Es posible ser un gran escritor, incluso si faltan la perfección técnica y el dominio del tema. En Dostoievski, por ejemplo, no había ni lo uno ni lo otro. Pero no es posible convertirse en un gran escritor si no se escribe con sangre del corazón… Yo mismo fui educado muy débilmente o demasiado mal y no siempre logro sostener este criterio. […] A menudo me río, pero a menudo también me irrito, cuando me reprochan que mis teorías son anticientíficas. Afirmo, por el contrario, que anticientíficos son el positivismo y el materialismo. Si busco una doctrina por la cual pueda vivir, entonces sólo es lógico, consecuente y científico que desde la primera premisa hasta las últimas conclusiones no existan en ella contradicciones. El escepticismo lleva a la absoluta negación del sentido de la vida. Pero el escéptico también quiere vivir, de otro modo tendría que matarse.”
También
se puede observar en estas conversaciones la importancia que tuvo la familia
para Tólstoi. La influencia de su esposa, Sofia
Andréievna -una todoterreno que hacía la vida del autor bastante más fácil-
se destaca en muchas de las páginas, así como la dedicación y los cuidados de su hija Alexandra, que acabaría siendo
la primera directora del museo creado en memoria de su padre.
Algunas
de las opiniones recogidas en esta selección de artículos pueden parecernos hoy desfasadas (o cuando menos curiosas), como su
visión de la escasa utilidad del cinematógrafo o sus sorprendentes afirmaciones
sobre la poesía y otras artes (“No me
gustan los versos, su tiempo ha pasado. […] Las formas conocidas del arte
mueren con el transcurso del tiempo; ahora ha llegado el tiempo de la muerte
para la forma poética escrita, para la escultura y la arquitectura.”). Sin
embargo, hay que pensar que en su época
las palabras de Tólstoi eran recibidas por buena parte de los rusos como una
especie de verdad absoluta con la que guiarse en la vida, y hay pocas
figuras del siglo XIX que alcancen esta cota de influencia en su propio país.
“En la actualidad Tólstoi representa un fenómeno único en el mundo. Hace ya mucho sobrepasó cierto límite, más allá del cual no hay lucha, sino silencio y resplandor de conocimiento. Lo ilumina todo. En cada una de sus sonrisas, de sus miradas, en cada arruga de su rostro hay tanta sabiduría profunda, como la hay en sus palabras. Y tal vez lo más importante no sea oírlo, sino verlo.” Leonid Andréiev, 1910.
Conversaciones y entrevistas – Lev
Tolstói, Varios
autores
Edición, traducción y prólogo de Jorge Bustamante
Fórcola, 2012, 192 páginas, 15,50 €
Un post muy bien escrito. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Enrique. Me alegra que te haya gustado mi reseña. Es un libro muy recomendable para tener una visión cercana y real del pensamiento de Tólstoi y, por supuesto, mucho más ameno que las sesudas biografías al uso.
ResponderEliminarUn saludo cordial.
Me gusta este trabajo. Me hubiera encantado conocerle , entrevistarle pero sentiria miedo de verme a mi en él ya que pienso igual con diferencia de los tiempos . Un abrazo
ResponderEliminarSí, Enrique, a mí también me hubiese gustado. Tenía las ideas claras y era todo un personaje. Gracias por comentar y un abrazo de vuelta.
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