Sin embargo, no se trata de un retrato de amarguras o de penalidades, sino de historias radiantes, casi siempre optimistas, llenas de una ironía sutil que impregna cada uno de los relatos. La suma de todas estas rápidas pinceladas encierra la educación sentimental del muchacho de provincias que fue el autor.
Así pues, Antonio Pereira traza unos cuentos magistrales, llenos de naturalidad, de humor y de quiebros inesperados, entre los que destacan “La Orbea del coadjutor”, “La pernocta del general” o “¡Manos arriba!”. Una lectura absolutamente recomendable.