viernes, 23 de agosto de 2013

Te veo triste



 

“La soledad puede ser un caníbal con hambre.”  Esta potente imagen condensada en tan solo ocho palabras es la clave de la última novela de Fernando Sanmartín (Zaragoza, 1959). Tras el fallecimiento de su padre, Marta descubre una nota dirigida a ella con su última voluntad: “Dile a Carmen Cabrera que he muerto.” Este breve mensaje del escritor Luis Sampiero va a trastocar para siempre la monótona vida de la protagonista, que exiliada voluntariamente en Bruselas ha tenido que regresar con urgencia a Zaragoza.

¿Quién es esta misteriosa mujer? ¿Cómo puede ser que alguien que a lo largo del texto se revelará tan importante para su padre sea una perfecta desconocida para Marta? Dispuesta a hallar una respuesta, la protagonista emprenderá un viaje interior hacia el pasado, hacia los múltiples desencuentros con Sampiero. No dudará en abrir la caja de Pandora de los recuerdos, de su colección de equivocaciones, un túnel del tiempo en el que parecen pesar más las cosas malas.

Buceando entre las cartas y los cuadernos de viaje de su padre, y con la ayuda de Juan (un novio que es y no es), irá acumulando pistas para desenredar la madeja. Así, las sucesivas averiguaciones la llevarán a Varsovia, Dublín y Madrid, persiguiendo un fantasma desconocido para todos los amigos y compañeros de profesión de su padre.


Fernando Sanmartín
 

Lo mejor de esta novela intimista -y a ratos poética- es para mí el proceso de catarsis personal que sufre Marta a lo largo de su exilio de sí misma. Las revelaciones que va hallando a lo largo del camino le descubren al verdadero Luis Sampiero, permitiendo una reconciliación padre-hija que no hubieran logrado cientos de horas de charla.

“[…] Hablaron durante dos horas. Nunca antes había sucedido ni volvió a pasar después. Como dos náufragos en islas diferentes. Le dijo lo que aquel domingo pensaba. Y él le confesó que hubo una época en la que también imaginó suicidarse, jugar con su destino, construir su final. Lo hablaron durante dos horas. Y solo hubo verdad, oxigenación y un modo sencillo de salir de aquel despoblado en el que ella estaba.”

En cuanto al estilo, el texto de Sanmartín es muy rico en imágenes brillantes y aforismos: “El pasado permanece junto a uno. Como un perro atado a una cadena. Un perro que a veces, solo a veces, nos ladra buscando una caricia.” “Sus días son una película que vive un falso reestreno.” “El amor es una avalancha. Por eso lastima en ocasiones.” Estos símbolos dotan a la novela de un aire evocador, donde la melancolía y la soledad de Marta fluyen a cada página, pero también preparan el camino para su victoria final. A destacar la hermosa portada del libro, Retrato de mujer, un cuadro de 1898 del polaco Teodor Axentowicz, con la que Xordica ha acertado plenamente: es Marta misma la que nos invita desde la cubierta a desentrañar la tristeza de esa mirada.

Pero que nadie piense que el autor solo se recrea en la nostalgia. En las escasas 120 páginas de este libro también hay espacio para recorrer infinidad de rincones de Zaragoza, para asistir a un desfile sin fin de escritores aragoneses -como guiño y homenaje al gremio- y para el humor (recomiendo no perderse las páginas 48 y 49, donde hay una crítica nada soterrada al premio Planeta y demás saraos literarios). Así pues, una novela para saborear en tardes de otoño que dejaré en mi biblioteca como botiquín de urgencia para cuando me asalten los desencuentros familiares.

“Una mujer puede ser un lápiz que sirva para dibujar una pistola. Porque una mujer mira la vida descorriendo pestillos, abriendo las ventanas al sol. Una mujer es práctica y sabe definir los puestos fronterizos, atravesar la niebla, enmarcar su belleza o introducirla en una canoa por aguas peligrosas. El hombre es otra cosa. Tiene una caligrafía distinta, hace letreros diferentes, es codicioso y tonto a la vez, es complicadamente sencillo y sus temores se muestran en sus ojos, en sus manos, en sus gestos, aunque no lo quiera.”

Te veo triste, Fernando Sanmartín
Xordica, 2012, 128 páginas, 12,95

miércoles, 14 de agosto de 2013

Pícaras jovencitas pilladas in fraganti / Naughty girls in action



Tengo una amiga algo neófita en el mundo de los blogs que está convencida de que el número de visitas que recibe un artículo viene determinado directamente por la calidad del mismo. Este post está diseñado para intentar convencerla de que está en un error.

Por supuesto, si una entrada está bien escrita, es interesante, novedosa y/o suscita cierto debate, el número de visitas crecerá proporcionalmente, pero también es bien sabido que un título cuidadosamente elegido para una entrada ejerce de potente imán en la web, y si este título contiene ciertas palabras clave, el magnetismo resultante (es decir, el número de visitantes) será irresistible.

Así pues, mi único propósito es dejar esto en el blog durante un mes y al cabo de esos treinta días, comprobar si el contador se ha disparado en comparación con la media de visitas del resto de mis artículos.

Como no deja de ser un divertimento, espero que disfrutéis con estas fotos de conocidas escritoras pilladas in fraganti.


 Clarice Lispector con el encanto añadido del color sepia



La polémica Colette, un espíritu libre



Anne Sexton en los tiempos felices



La argentina Norah Lange haciendo gala de sus ancestros vikingos




La belleza clásica de Yolanda Oreamuno



 Sylvia Plath soñando campanas



 Nuestra Carmen Laforet; ahí es nada



Unica Zürn haciendo el indio



 Cierta baronesa en África



 Mi fotografía favorita de Carson McCullers, un prodigio de escritora



Anne Marie Schwarzenbach, que a buen seguro odiaría verse incluida en mi lista
 
 
 
 ¿Virginia Woolf? ¿really?
 
 
 
Y por último, la poetisa Mascha Kaléko con aire malote
 
 
El experimento comienza en 3, 2, 1...