viernes, 13 de diciembre de 2013

Mordiscos literarios / 4






La cita literaria de hoy –una bella metáfora de la lucha individual­– quiero dedicársela con mucho cariño a mi tío, que nos dejó en noviembre. Para ti, dondequiera que estés, libre ya de la crueldad del alzhéimer.


«En un rincón del patio trasero resistía a duras penas un arbolito raquítico, encarcelado en la malla de una cerca metálica que le impedía estirarse. Crecía allí, deformado, contra las tapias sucias de los talleres mecánicos, contra el ruido cacofónico de las sierras radiales. Nadie lo regaba ni se ocupaba de él; ningún pájaro le hizo el favor de posarse en su copa. Alguien, al pasar, había apagado un cigarrillo en su corteza y todavía era visible la quemadura. Era poco más que un palitroque olvidado en un cuadrado de fango. Algunas primaveras, de sus ramas estallaban inopinadamente dos o tres pequeñas flores liláceas, casi mustias, una muda plegaria, su grito afónico, y eso era todo. Florecía para nadie. Pero eso quería decir que el arbolucho, pese a todo, no se resignaba ni se daba por vencido, no se rendía, aún reclamaba su porción de belleza, su lugar bajo el sol, su derecho a la luz y al agua, la dignidad de estirarse por un instante y pronunciar su nombre verde, allí tan solo, antes de morir del todo y desvanecerse de la memoria de las generaciones de este mundo y de los siguientes. Él también quería disfrutar de su minuto de éxtasis.»


Volver a Oz. Eloy Tizón (2013)

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