lunes, 16 de enero de 2012

Mi planta de naranja lima




Esta es una novela sobre la TERNURA, así, con mayúsculas. A lo largo de sus páginas descubrimos las peripecias vitales de Zezé, un niño brasileño de cinco años, simpático, despierto y con pasión por aprender, que sueña con ser poeta y llevar corbata de lazo. Somos testigos de sus andanzas por el barrio carioca de Bangu en los años veinte, donde abunda la pobreza. Miembro de una familia muy numerosa, con el padre buscando trabajo y la madre obligada a trabajar durante gran parte del día en un telar, son los hermanos mayores los que se ocupan de los más pequeños, forzando así una madurez prematura. Inquieto y fantasioso, el pobre Zezé va de tunda en tunda, todo el mundo le regaña, y él va arrastrando su falta de cariño por las calles.
"-Totoca, ¿un niño es un jubilado?
-¿Cómo?
-El tío Edmundo no hace nada y gana dinero. No trabaja y en la alcaldía le pagan todos los meses.
-¿Y qué?
-Los niños no hacen nada, comen, duermen y reciben dinero de sus padres.
-Un jubilado es diferente, Zezé. Un jubilado es quien ya ha trabajado mucho, se ha quedado canoso y anda despacito…"

Cuando está triste, se refugia en su amigo imaginario Minguinho, el arbolito de naranja lima que da título a la novela, al que le cuenta todos sus secretos. Otras veces busca consuelo a los sinsabores diarios en el señor Ariovaldo, vendedor ambulante de cuadernillos con las canciones de moda, o en el Portugués, dueño del coche más bonito del barrio.

Sin embargo, la obra no destila tristeza, salvo en contadas ocasiones (“Sabía que en aquel momento ya no había niños allí. Todos eran mayores, mayores y tristes, y cenaban la misma tristeza en pedazos”), sino todo lo contrario. Es la emocionante aventura de un niño al que la vida hará adulto antes de tiempo. Tiene abundantes momentos luminosos, poéticos incluso, de una gran ternura -como cuando vuelca todo el cariño que a él le falta sobre su hermano pequeño Luís- pero nunca cae en la sensiblería. Zezé nos hace vivir con él, sentir con él, rememorar las mismas ilusiones de cuando éramos niños:
"De repente, Minguinho se convirtió en el caballo más bonito del mundo; el viento aumentó más y el herbazal, casi raso, del arroyo se transformó en una planicie inmensa y verdeante. Mi ropa de cowboy estaba repujada en oro. Relampagueaba en mi pecho la estrella de sheriff.
-Vamos, caballito, vamos. Corre, corre…"

José Mauro de Vasconcelos (1920-1984) sabía bien de lo que hablaba. De madre indígena y padre portugués (como Zezé), gran parte de la novela es el reflejo de sus recuerdos de infancia, que pasó en el mismo barrio de Río de Janeiro que retrata, aunque aún niño y obligado por la pobreza familiar tuvo que marcharse a vivir con sus tíos a Natal, al norte del país. Hombre polifacético: entrenador de boxeadores, bracero en una hacienda, pescador, camarero, actor y guionista, siempre se interesó por las condiciones de los más desfavorecidos (indios, garimpeiros, trabajadores de las haciendas). Todas estas experiencias quedarían reflejadas en buena parte de sus obras.




Mi planta de naranja lima se publicó en 1968. Enseguida conquistó a los lectores y a la crítica, con su estilo sencillo y su lirismo, convirtiéndose en un éxito de ventas en Brasil. José Mauro declaró: "Escribí la novela en doce días, pero estaba en mi interior desde hacía tiempo, desde hacía veinte años". Traducida a multitud de idiomas, fue la obra que le proporcionó fama internacional y es uno de los libros más leídos de la literatura brasileña contemporánea.

La novela tuvo su continuación en Vamos a calentar el sol, donde Zezé reaparece para contarnos las últimas aventuras de su niñez y su entrada en la adolescencia. Libros del Asteroide tiene intención de editarla en una nueva traducción, aunque todavía no hay una fecha definitiva. Creo que seremos muchos los que la esperemos con ilusión.

Mi planta de naranja lima, José Mauro de Vasconcelos
Traducción de Carlos Manzano
Libros del Asteroide, 2011, 208 páginas.

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